sábado, 28 de agosto de 2010

Fragmento del primer mail general

El viaje fue muy bien, la verdad es que ningún retraso y en Delta tienes unas pantallitas individuales con las que puedes ver lo que quieras, de una selección de pelis y series, dibujos animados, documentales, etc. Me vi la peli esa chorra de Plan B de la Jenniló y varios capítulos de Californication, la tercera, y otras tantas chorradas. En mi ordenador vi un capítulo de Gossip Girl, pero ya me entró sueño y me dormí. Cuando me quise enterar ya habíamos llegado. Luego, en Atlanta, me pude conectar en el aeropuerto, comí algo y habían retrasado el vuelo así que esperé. Lo más surrealista fue cuando me subí al avión. Ya para comenzar, los americanos te hablan siempre como si te conocieran de toda la vida. Una señora muy simpática que se sentaba a mi lado ya me preguntó si yo era de Columbus, y yo, No, I'm from Spain, y lo flipó. Le dije que iba a hacer el doctorado y todo eso, y ella dijo que ella nunca había sido tan smart (lista) y que ella en lugar de eso se había casado, había tenido dos hijos y era enfermera. Pero muy maja, al final me enseñó la foto de su nieta, que había nacido prematura y era tan grande como dos manos puestas juntas. Estaba muy happy.

Hasta ahí normal. Pero luego se sube un sujeto al que yo había visto dando vueltas por la sala de espera con el teléfono en la mano. Era un niñato de veinte años, flacucho y lleno de unos tatuajes muy horteras, rubio con el pelo rapado y unos pantalones de cuadros. Llevaba una bolsa de piel girada con trozos de piel de borreguito y de imitación de serpiente marrón muuuuy fea. Se sienta a nuestro lado y comienza hablar con la patata en la boca. La mujer, mi amiga, le contesta cordialmente. Yo no entiendo ná, más que algo de I'm gonna propose (que le iba a pedir matrimonio a alguien). Ahí ya sí que flipé. Pero bueno, se calló porque hablaban las azafatas. Luego nos pregunta si queremos ver el anillo, y nosotras que sí que sí. Total que saca la cajita y hace amago de enseñármelo dos veces, para hacerse el interesante. No entiendo casi nada de lo que dice, pero por suerte, mi amiga va hablando por mí y yo voy diciendo cosas como, oh, it's so nice, it's so beautiful, oh, my. Nos enseña el anillo, que es feísimo con dos corazones enlazados y brillantes, parece de los chinos. Pero él está muy ilusionado por pedirle matrimonio a Chelsea, pero tiene un problema y es que va a llegar tarde porque no sé por qué motivo lleva dos días esperando en el aeropuerto, cuenta algo de que ha estado trabajando con su abuelo para pagar el anillo o algo así. Me siento como en un listening del Proficiency, me imagino que debe ser algo así. Te ponen a un sureño postadolescente para que descifres lo que coño ha dicho, seguro. Ha perdido mil aviones, Mitchell, que lleva un llavero con su nombre que se apaga y se enciende y no sé por qué Chelsea, cuyo nombre lleva tatuado en el brazo cual legionario, se lo había pedido.

Mitchell está desesperado porque Chelsea se va a Toledo (sí, hay una ciudad de Ohio que se llama Toledo) y no sabe si va a llegar a tiempo, y aunque llegue, ella estará a punto de irse, muy estresada porque él ha perdido mil aviones y ella se tiene que ir y no será momento de "proposals". Se ve que lo ha intentado ya dos veces. Bueno, el caso es que la mujer le dice que se relaje y él no para de hablar. La mujer, lista, se pone los cascos, y me deja el marronaco a mí. Él me pregunta si me puede pedir un favor muy grande y a mí me entra ya miedo. Le digo que Sure, claaaro! y me dice que si le puedo poner crema cicatrizante en su tatujae más reciente, que lo tiene en la espalda. Y yo me muero. Le digo que claro que sí. Pues tiene un tatuaje tan grande como mi mano en la espalda, una especie de tribal más feo aún que los payasos que lleva tatuados en el brazo. Pues nada que le pongo la crema y me dice, no, pero apretando el tatuaje. Ay dios, qué asco. Pues nada que lo hago y suerte que Delta Airlines me había dado una toallita con la que me limpio la mano porque si no... beeeeeeeeeeeeeeej

1 comentario:

  1. Yo no le hubiera untado la cremita en la p*ta vida. Pero se entiende, son los efluvios del viaje, de lo nuevo. Cuando vayas por el cuarto año los apartaras con la pierna. ¡Sape, bicho, sape!

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