viernes, 4 de marzo de 2011

Desastre nuclear en Columbus II

He sobrevivido a las aceras ultrajadas de la Antártida y la Atlántida,
Las he vadeado o recorrido mesiánica,
Las he sobrevivido como una artrópoda,
Porque en Ohio fueron halladas primero.

Por eso, las cucarachas de Columbus no sobreviven al invierno,
Subsisten,
No obstante,
Persisten,
A través de los días,
Los meses,
Los años,
Y llegan tan atómicas a vulnerar las orillas de la calle,
A surgir como fósiles de entre todo el sepulto del invierno,
Y a pellizcar los panes que guardas con esmero.

Las antediluvianas que te corretean los pies,
Que pueden nutrirse de apéndices de muertos,
De mierda batracia que se inocula en las uñas,
De sucias morcillas de sangre corrupta,
Son todos los terrores de la noche más sucia,
Y pueden invadir el planeta impunemente,
Irradiantes de escarcha opaca que cruje en el dintel de la noche,
El sonido sordo que esperas oír, cuando te corretean el pecho y te reptan
El alma,
Asomando las antenas terroríficas,
Y volviendo todo el mundo en un infierno pardo de carcasas rellenas de huevos infames.

Son ellas que vuelven, a renacer del invierno,
Para que yo no sobreviva a las aceras del Tártaro y del Averno.

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